sábado, 23 de mayo de 2009

Llaman a la puerta

Llaman a la puerta. Es alguien pidiendo dinero. Le dices que no, que la situación está difícil y que no le vas a dar nada. Se va.

Llaman a la puerta. Es alguien pidiendo dinero, no para él, dice, sino para los pobres, los enfermos, los desgraciados. Le dices que no, que lo sientes mucho pero que la situación está difícil y no le puedes dar nada. Se va. Te sientes un poco incómodo porque te han enseñado que tienes algún tipo de obligación con necesitados desconocidos, pero estás agobiado económicamente y tienes que vigilar cada euro.

Llaman a la puerta. Es un ladrón. Tiene una pistola. Entra en tu casa y coge tu dinero, tus joyas, tu móvil y tu ordenador. Se va. Llamas a la policía y te dicen que no hay mucho que pueden hacer, que la próxima vez no le abras la puerta a nadie.

Llaman a la puerta. Es la policía. Les abres y exigen que les entregues tu dinero y otras pertenencias. Por supuesto que tú no lo harías libremente, tienes otras ideas sobre cómo disponer de tus bienes, pero te dicen que no es para ellos, es para algún tipo de bien común que no consiguen explicar, así que piensas que deben tener algo de razón y dejas que se lleven lo que quieran. Además, pequeño detalle, van armados. Se van. No puedes llamar a la policía porque son ellos los que se acaban de ir.

No llaman a la puerta. No hace falta. Sabes quiénes son, pero prefieres no pensarlo. Te retienen parte de tu salario, se quitan un poco de tu dinero cada vez que haces compras o llamas por teléfono o haces cualquier otra transacción, te hacen pagar un porcentaje cada vez mayor de tus ingresos. No es así cómo tú quieres usar el dinero que tanto te ha costado ganar, pero no tienes opción. Sabes que esa es la ley, que, en nombre de "la lucha contra el paro” o “contra la pobreza”, tienen un cheque en blanco y el derecho constitucional a quedarse con tu propiedad para gastar parte en ellos mismos y parte en proyectos que desconoces y que probablemente desaprobarías si conocieras – y que a ti, por ser una persona productiva, te toca ser la víctima. También sabes que si te niegas vendrán las cartas “Estimado contribuyente” y luego la máquina estatal, la fuerza bruta y la prisión. Intuyes que hay algo malvado es todo eso, que detrás de los discursos y las sonrisas y las apariciones en televisión hay una horda de sinvergüenzas controlando tu vida cuando lo que deberían hacer es protegerte. Te preguntas qué puedes hacer contra esos abusos. No puedes llamar a nadie. Y no se van.

1 comentario:

  1. Ay, el Estado, el papá Estado. La maldita ubre de la que todos maman.

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